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El Gozante

  • bibliotecareconqui
  • 15 sept 2021
  • 2 Min. de lectura

Esta semana te invitamos a visitar la sección Poesía de la Sala Principal para conocer o volver a disfrutar de un enorme poeta salteño: Manuel J. Castilla.


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El gozante

Antología poética

Colección: Musarisca

Director de la colección: Jorge Boccanera

Editorial: Ediciones Colihue

Año de edición: 2008










El Gozante

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.

El que bajo las nubes se queda silencioso.

Pienso: si alguno me tocara las manos

se iría enloquecido de eternidad,

húmedo de astros lilas, relucientes.

Estoy solo de espaldas transformándome.

En este mismo instante un saurio me envejece y soy leña

y miro por los ojos de las alas de las mariposas

un ocaso vinoso y transparente.

En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.

De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego con rocío.

Sé que en este momento, dentro de mí,

nace el viento como un enardecido río de uñas y de agua.

Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.

A veces un lapacho me corona con flores blancas

y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo

de la tierra.

De cara al infinito

siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.

Si se me antoja, digo, si esperase un momento,

puedo dejar que encima de mis ingles

amamante la luna sus colmillos pequeños.

Zorros la cola como cortaderas,

gualacates rocosos,

corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,

garzas meditabundas

yararás despielándose,

acatancas rodando la bosta de su mundo,

todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste

nada y mi alegría.

Después, si ya estoy muerto,

échenme arena y agua. Así regreso.



La celebración de la tierra y el canto en los versos de este arraigado y entrañable poeta salteño. Su vasta obra -de la que sobre todo se conoce masivamente aquella parte que ha nutrido la cancionística folklórica del Noroeste- es además hija de todo un movimiento cultural surgido en las provincias norteñas en la década del 40. Este movimiento fue el que dio origen al grupo La Carpa, fundado con el propósito manifiesto de celebrar el paisaje, la naturaleza primordial, y dar testimonio del hombre de la región. En Castilla, como destaca en el prólogo Santiago Sylvester, siempre va a estar presente ese deseo de construirse una patria: es "el poeta que funda un lugar para que, a su vez, le sirva de fundamento". Recordemos que sus letras para canciones son numerosísimas, y entre las más difundidas se destacan "La zamba de Balderrama", "La arenosa", "Zamba de Anta", "La pomeña", etc. pero si en el imaginario ha perdurado sobre todo el letrista folklórico, esta selección rescata fundamentalmente al poeta extraordinario y prolífico que fue, relevando creaciones de sus tempranos Luna muerta (1943) y La niebla y el árbol (1946), de ese libro fundamental en su desarrollo poético que es Copajira (1949), y de los sucesivos La tierra de uno (1951), Norte adentro (1954), De solo estar (1957), El cielo lejos (1959), Bajo las lentas nubes (1963), Posesión entre pájaros (1966), Andenes al ocaso (1967), El verde vuelve (1970), Cantos del gozante (1972) -que incluye el poema que da nombre a esta antología-, Triste de la lluvia (1977), y el póstumo Canto del cielo, que a cada instante crece y se derrumba.





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